Hola. Esto es Psicoanálisis y Ciencia - Aproximaciones, una publicación en la que periódicamente comparto textos de mi autoría, videos y otras cosas.
Texto 28: sobre antifilosofía
28. Antifilosofía y Psicoanálisis
(Parte 3)
1.
Si el mayor desafío de la filosofía tradicional es el acceso a la verdad, entonces no puede tratarse de una verdad que se subordine a las oscilaciones del sentido, sostiene Alain Badiou; y a partir de esta premisa, el filósofo destaca la crítica de la noción de ‘sentido’ efectuada por Jacques Lacan.
El psicoanálisis no es una práctica del sin-sentido. Hacia el final de su enseñanza, la consideración lacaniana del sentido no implica su rechazo, sino la elaboración de una noción específica: el ‘au-sentido’.
En L’Étourdit, Lacan propone un acceso a lo real por la vía de la ausencia en el sentido: el au-sentido. No se trata de una simple negación del sentido, sino de una sustracción —del sentido o al sentido— que redefine su función. Desde esta perspectiva, lo real no se identifica con el sinsentido.
La diferencia entre au-sentido y sinsentido se clarifica al articularse con la cuestión del sexo. Lo real del psicoanálisis se cifra en la fórmula: “no hay relación sexual”. Lo real es lo imposible: la imposibilidad de escribir una relación, que se articula precisamente con la ausencia de sentido.
Badiou propone una articulación disyuntiva entre el discurso de la filosofía y el del psicoanálisis —que se inscribe, en este punto, en la lógica de la antifilosofía—. Para ello, se apoya en una herramienta teórica central: el triplete conceptual “verdad, saber, real”, cuyas distintas combinaciones permiten delimitar la frontera entre ambos discursos.
Citemos a Badiou:
“La operación filosófica consiste en afirmar que hay un sentido de la verdad. Su objetivo es el de poder declarar que hay una verdad de lo real. Ese es su axioma: hay un sentido de la verdad porque hay una verdad de lo real. Entonces, contra la operación misma de la filosofía, Lacan va a sostener que no hay sentido de la verdad porque no hay verdad de lo real. De lo real no hay más que una función de saber, y esta no es del orden de la verdad. Lo real es definible a partir de la ausencia de sentido, como el sentido en cuanto au-sentido. Lo real es au-sentido —por lo tanto, ausencia de sentido, lo cual implica, desde luego, que hay sentido—. El au-sentido debe distinguirse por completo del sin-sentido.”
(Alain Badiou y Barbara Cassin: No hay relación sexual. Dos lecciones sobre ‘L’Étourdit’ de Lacan, p. 100)
Lo real no se reduce a lo que no puede simbolizarse. Es, más bien, eso que “no cesa de no escribirse”. En este punto, todo se juega en la diferencia entre au-sentido —o sentido au-sexo— y sin-sentido. La ausencia de sentido no equivale al sinsentido, porque en psicoanálisis implica un sentido au-sexo estructurado por la falta.
En este marco, lo real no se opone simplemente al sentido: lo desplaza. Existe un registro del sentido que no se reduce ni a su afirmación ni a su negación. El acto analítico solo puede cristalizarse en la apertura de un espacio intermedio entre el sentido y el sinsentido.
(Badiou)
2.
Según Badiou, la antifilosofía de Lacan puede formularse de tres maneras, articuladas entre sí.
En primer lugar, la filosofía ignora —o tal vez reniega, forcluye, no quiere saber nada de— el registro del au-sentido. Allí donde debería enfrentarse a la ausencia de sentido, introduce siempre algo: rellena el vacío con un sentido asegurado.
En segundo término, la filosofía desconoce el saber como real. Su amor por la verdad la lleva a absorberlo, a disolverlo como si fuera una verdad más.
Finalmente, al postular que hay un sentido de la verdad, la filosofía espeja los términos y los dispone en una relación simétrica, que deja por fuera la función específica de lo real.
Para Lacan, no hay verdad de lo real, ni saber de lo real. Solo hay verdad en la medida en que hay una función de lo real en el saber. Pero no se trata de un saber de la verdad. Estos términos no forman pares: saber, verdad y real constituyen una estructura no segmentable.
Lo real es imposible de conocer. Pero eso no significa que sea incognoscible: está por fuera de la antinomia cognoscible/incognoscible, más allá de las categorías del conocer y del ignorar. Sin embargo, aunque sea exterior al conocer, se lo puede demostrar.
Según Lacan, la única ciencia de lo real es la lógica formal. Lo real se define como un callejón sin salida de la formalización. Lo que toca lo real es precisamente la formalización lógica. Como consecuencia, la única transmisibilidad posible del sentido au-sexo se da en la figura del matema. De lo real no hay ningún lenguaje; solo hay fórmulas.
Badiou sitúa otra forma de lo real: la del acto —el acto analítico, por ejemplo—, cuyo afecto correlativo (el que nos indica que estamos en las inmediaciones del au-sexo) es la angustia, brújula y guía del acto.
(Wittgenstein)
3.
Para explorar desde otro ángulo la relación entre el lenguaje, el límite y lo real, conviene introducir, aunque sea mínimamente, algunas ideas de la filosofía del lenguaje de Ludwig Wittgenstein.
En el Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein establece una distinción decisiva entre lo que puede decirse y lo que únicamente puede mostrarse. Esta distinción se aplica, sobre todo, a aquello que trasciende los límites del lenguaje: lo ético, lo estético, lo místico, e incluso la forma lógica del mundo.
Como sostiene Wittgenstein: “Lo que puede mostrarse no puede decirse” (4.1212), y “Hay ciertamente lo inexpresable. Esto se muestra; es lo místico” (6.522). Estos elementos no pueden formularse en proposiciones significativas, pero se manifiestan en el modo en que el lenguaje funciona: en su estructura lógica, en la forma en que las proposiciones tienen sentido.
La mostración, en este contexto, no es un acto expresivo ni representacional. Es la manifestación estructural de aquello que hace posible el decir sin ser dicho. Así, “la lógica se muestra en las proposiciones” (4.121), y “la forma lógica del lenguaje no puede representarse: se muestra en su uso” (4.12).
Por eso, concluye el Tractatus: “De lo que no se puede hablar, hay que callar” (7).
Lacan, en cambio, no apela a la mostración —salvo quizá cuando recurre a los nudos— ni al silencio como vía de acceso a lo real. Si bien reconoce que lo real es exterior al decir, sostiene que este puede ser bordeado mediante la escritura. Y es precisamente esa función la que encarna el matema: no una demostración en sentido lógico, ni una revelación estética o mística, sino una formalización que transmite lo que no puede decirse.
Badiou retoma este punto con énfasis: “la única transmisibilidad posible del sentido au-sexo está en la figura del matema”. Pero conviene subrayar que los matemas lacanianos no son fórmulas lógico-matemáticas, ni buscan probar proposiciones verdaderas. Son, más bien, escrituras condensadas de una estructura que hacen legible el impasse, el no-hay, lo imposible de la relación.
No hay demostración de lo real en el sentido de una deducción que lo establezca como verdad. Lo que hay es una inscripción del borde: una escritura que no representa, pero transmite; que no dice, pero hace pasar una estructura imposible.
Si Wittgenstein recomienda callar ante lo indecible, Lacan propone escribir lo imposible —esto es: dar cuenta del impasse de la formalización, ya que lo real es “lo que no cesa de no escribirse”—, sin ceder ni al silencio ni a la representación.
Esta diferencia señala dos modos irreductibles de abordar el límite del lenguaje: el filósofo (o antifilósofo) lo bordea con silencio; el analista, con escritura.
El campo del psicoanálisis sostiene articulaciones lógicas con el campo de la filosofía, y también con el de la ciencia. Pero aunque pueden trazarse ciertas aproximaciones, es fundamental no confundir sus registros. No se trata de reducir un discurso al otro, ni de amalgamar sus objetos, sino de sostener sus relaciones lógicas y topológicas en la estructura de una tensión crítica.
(Continuará en la parte 4)
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